Homeopatía: principios básicos

Creada por el Dr. Hahnemann en el siglo XVIII, la Homeopatía es un método terapéutico destinado a tratar a los seres humanos mediante la administración de dosis infinitesimales de remedios enteramente naturales. Nada agresiva para el organismo, esta forma de medicina alternativa permite entonces tratar una multitud de males. Pero para comprender mejor qué es la homeopatía es importante centrarse en los principios fundamentales sobre los que se basa.

Generalizada en todo el mundo, este tipo de terapia se ubica hoy como uno de los métodos de tratamiento más populares y más solicitados. Beneficiosa para el cuerpo y el espíritu, esta forma de medicina alternativa resulta en efecto mucho menos agresiva para el organismo que la mayoría de los tratamientos alopáticos, a los que estamos muchas veces demasiado acostumbrados. Etimológicamente, el término “homeopatía” deriva de las palabras griegas “homoios” y “pathos”, que significan, respectivamente similar” y “enfermedad”. En efecto, el principio fundamental de este método terapéutico se basa sobre la teoría de que una enfermedad puede ser tratada por dosis pequeñas de sustancias que tengan la facultad de reproducir en el organismo síntomas similares a los provocados por esta enfermedad.

Los medicamentos homeopáticos son elaborados a partir de sustancias vegetales, minerales o animales caracterizadas por su capacidad de provocar en un sujeto en buena salud síntomas similares a los de la enfermedad a tratar. Este descubrimiento revolucionario se debe al médico alemán Samuel Hahnemann quien, a finales del siglo XVIII, destaca las propiedades únicas de la corteza de quina. A partir de entonces, Hahnemann se basará en los principios de similitud y de dilución a fin de sentar las bases de un método terapéutico totalmente innovador: la homeopatía.

Nacimiento de la homeopatía

Originario de Sajonia, Samuel Hahnemann se apasionó desde una edad temprana para la medicina y la investigación científica. A raíz de la obtención de su diploma en 1779, el joven alemán ejerce la medicina durante unos diez años antes de abandonar finalmente en 1790, decepcionado de la ineficacia alarmante de los tratamientos administrados a los enfermos de la época.

Para poder atender las necesidades de su familia, Hahnemann elige entonces orientarse hacia la traducción de obras y de tratados médicos. Poco después se aboca a la traducción de un tratado redactado por el médico escocés William Cullen que se centra principalmente en las sustancias curativas y remedios preconizados en aquel momento. Sin embargo, muy rápidamente, Hahnemann se daría cuenta de que las teorías médicas de Cullen relativas a la corteza de quina se oponen radicalmente a las suyas, lo que lo lleva a dedicarse a una serie de experimentos destinados a establecer los efectos reales de esta sustancia.

Al término de estas experiencias, Hahnemann descubre con sorpresa que la corteza de quina tiene la particularidad única de reproducir en sujetos sanos síntomas idénticos a los producidos por la fiebre intermitente. Tras este descubrimiento, el médico alemán decide proseguir sus experiencias en sujetos sanos para observar los efectos de una multitud de sustancias diferentes en sus cuerpos. Gracias a este principio de similitud, Hahnemann elabora una nueva forma de medicina mucho más suave y claramente menos agresiva para el organismo humano, dando origen a la homeopatía.

El principio de similitud

La medicina homeopática se basa principalmente en la teoría de la similitud, enunciada por primera vez por Hipócrates en la frase “similia similibilus curantur”. Para el padre de la medicina, no cabía duda que sólo lo semejante cura lo semejante, y se inspiró en ese axioma para establecer las bases de la homeopatía. Este principio estipula que una enfermedad debe ser tratada por medio de una sustancia que tenga la capacidad de reproducir en una persona sana síntomas similares a los generados por esta misma enfermedad en un sujeto contagiado.

Para corroborar su teoría y asegurar la eficacia de su método terapéutico, Hahnemann llevó a cabo durante muchos años diversas experiencias en sujetos sanos.

Después de haber observado los efectos provocados por diversas sustancias, el médico alemán pudo pues determinar con certeza que los medicamentos homeopáticos estaban en condiciones de curar una multitud de enfermedades. En suma, el principio de similitud recuerda enormemente al de la vacunación, ya que en ambos casos se trata de inocular a un individuo una sustancia que le permitirá luchar contra la enfermedad y desarrollar una inmunidad para curarse.

Gracias a los medicamentos homeopáticos, el organismo se inmuniza de manera totalmente natural, lo que le permite curarse solo, sin recurrir a los tratamientos químicos. Sin embargo, para evitar cualquier peligro es importante garantizar que estos medicamentos no sean tóxicos y que las dosis administradas sean pequeñas.

Dinamización y dilución

La homeopatía también se basa en los principios de dinamización y de dilución. Estas operaciones son especialmente importantes si se considera que permiten eliminar todo riesgo de toxicidad del medicamento administrado. Así pues, es esencial que las sustancias de base a partir de las cuales los remedios deberán ser elaborados sean diluidas de maneras sucesivas hasta la obtención de dosis ínfimas.

Hahnemann también estableció que al término de cada dilución es muy importante sacudir la nueva sustancia obtenida para que el agua o el alcohol utilizados como soporte puedan impregnarse de la esencia misma de la sustancia madre. Conocida como “dinamización”, esta operación fundamental interviene directamente en la eficacia del medicamento homeopático.

Las diluciones, que se miden la mayoría del tiempo en centesimales hahnemanianas (CH), no superan prácticamente nunca los 30 CH. Por otro lado, hay que saber que cuanto más pequeñas sean las dosis, más eficazmente  actuará el medicamento, sin ningún peligro. Anque muchos han afirmado que ningún principio activo podría mantenerse luego de tantas diluciones, resulta claro que los procesos de dilución y de dinamización permiten transmitir al remedio finalmente obtenido las virtudes terapéuticas de la sustancia de base. En otras palabras, es posible decir que el agua utilizada en las diluciones sucesivas conservará en realidad una cierta memoria de la sustancia madre, lo que conferirá en consecuencia toda su eficacia terapéutica al medicamento finalmente obtenido.

La homeopatía hoy

Aunque durante muchos años la homeopatía tuvo algunas dificultades para imponerse en el universo médico, es preciso constatar que hoy este método terapéutico alternativa goza de una gran cantidad de adherentes en todo el mundo. En efecto, muchas personas prefieren ahora tratar sus eventuales dolencias de manera mucho más suave y natural, ya que la homeopatía carece de los riesgos asociados normalmente a los medicamentos alopáticos. En consecuencia, la medicina homeopática conviene tanto a los adultos (hombres y mujeres) como a los niños, así como a los jóvenes y a las personas de edad avanzada.

La homeopatía es particularmente indicada en el marco de la prevención y tratamiento de enfermedades respiratorias crónicas, alergias, molestias estomacales, enfermedades cardiovasculares, enfermedades óseas, estrés y ansiedad.

Se estima hoy que la homeopatía existe en más de 80 países, y que el número de personas que recurren a esta metodología terapéutica no ha cesado de crecer a lo largo de los años. Por otra parte, cada vez más profesionales de la salud recomiendan enérgicamente a sus pacientes que den prioridad en la medida de lo posible a los tratamientos homeopáticos, con el objetivo de que se sientan mejor tanto física como mentalmente.

Además, la homeopatía tiene la particularidad única de servir para fines tanto curativos como preventivos, lo que representa una ventaja considerable en materia de buena salud y bienestar.